15 de enero de 2016

Cuando rozas el cielo con tu nariz.

He decidido que voy a iniciar una pequeña revolución. Y me voy a manifestar. Y alzaré pancartas, con himnos que se peguen a las paredes, que taladren los oídos de cualquier caminante perdido, que indaguen en las neuronas de quién sea que me escuche. Pero que me escuchen. 

Porque, ¿cómo puedes odiar la lluvia? ¿Qué se te pasa por la cabeza cuando sacas el paraguas del bolso? ¿Y por qué miras con desprecio las aceras mojadas, los charcos formados en sus irregularidades? ¿Es que no ves lo que te pierdes?

Y ellos se conocerán en un portal, resguardados de las gotas que amenazan con mojarles la chaqueta. No se lo esperaban pero así es la lluvia: imprecisa, espontánea e impredecible. Se mirarán incómodos y pretenderán que ninguno de los dos está ahí. Tratarán de evitarse ocultando sus ojos tras una pantalla, pero ambas están mojadas. Y no les quedará más remedio que alzar las cejas, finalmente considerando la existencia del otro. 

Tormenta es lo que ve y tormenta es lo que siente. Pero deja que el frío se funda en sus manos, y se derrita sobre aquella taza de té. El agua se rompe contra el cristal de su ventana, y desde la comodidad de su cama observa cómo los árboles luchan por mantenerse en tierra, firmes. Para ella no podrían estar más vivos. Agitan sus ramas al viento, retándole. No sólo a él, si no además a la gravedad. 

Porque sigo sin entender cómo puedes odiar la lluvia. Cómo es posible que nunca te hayas quitado la capucha y dejado que filtre por cada uno de tus poros. Cómo puedes vivir sin saber lo que es dejarse llevar por completo, el pensar en el momento, en ahora, en que eres tan humano y estás vivo. Joder que sí, que sigues vivo. Que sentir el frío en tus mejillas solo te las pondrá rojas. Que no hay nada de malo en saber encontrar los rayos de luz en cada nube, y que no es delito cantar a pleno pulmón aunque no te sepas la letra. Que llueva, y que nos inunde por dentro, que nos haga sentir llenos, que os olvidéis por un momento de lo demás y  que aprendáis a vivir de una vez. Que ya es suficiente ¿no?

Y que esta ha sido mi pequeña manifestación, un breve discurso que llevaba un tiempo empañando mis sueños y que bueno, os ha hecho perder el tiempo.

O no.

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