29 de enero de 2016

Autodestrucción.

Tiene sed y busca. Tiene ganas y no se las aguanta. Se arrastra, repta, traza huecos allá donde pasa. Es ciego, es sordo, y además una broma de mal gusto. Hambre y sus tripas rugen, no encuentra. Sabe que lo hará de todos modos, que solo es cuestión de tiempo, que sólo hace falta esperar un poco más. Y cuanto más aguarda más crece, se llena de aire contaminado y lo único que exhala es humo. Se pudre poco a poco por dentro, hasta que finalmente halla.

Y es hallado sin aviso alguno. Entra por su boca y oprime sus pulmones, bloquea la tráquea y roba las palabras. Deslizándose por su intestino delgado registra cada pequeño rincón, tantea qué es mejor, qué puede doler más. Oye algo, más arriba. Golpes, quizá un prisionero tratando de salir de su cárcel. Viaja por sus venas, tiñéndolas de negro, manchando cada glóbulo rojo de putrefacción. Moviéndose rápido, ansioso, su presa está cerca.

Llega y todo se detiene. Desgarrador, visceral, aprieta ahí donde más duele, donde nadie había entrado nunca. Roba lo que se había mantenido bajo llave, tira todas las puertas abajo. ¿Cómo? ¿Qué es capaz de hacer semejante destrucción? ¿Qué ha descosido sus roturas? 

Él mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario ♥