4 de septiembre de 2011

I love you like a love song, baby.







Prólogo


I love you like a love song, baby.


Había hecho pataletas, fingí estar enferma e incluso hice un intento de torcerme el tobillo. Pero nada, repito NADA había hecho que mi madre cambiara de opinión. Iba a ir al campamento de verano sí o sí.
A mi no me apetecía nada, y creo que estaba claro. ¿No podía quedarme en casa con mi bonito ordenador? No, tenía que pasar mi verano de supuesto "relax" en un lugar a 342 Km exactos de mi casa. Bueno, al menos había playa. Lo peor de todo, es que no voy a poder ir a la piscina con ninguna de mis amigas. ¡Ah y claro! Se me olvidó aquello de establecer relaciones, aquello que se me da tan mal. Tendría que decir hola, luego ir con ellos a todas partes y ser una más del séquito que ellos llamarían "amigos". Suena muy concreto ¿verdad? Pues es que lo es, el año pasado ya fui a un campamento, y con decirte que al terminar ni se sabían mi nombre. Supongo que seré otra de esas personas que siempre pasan desapercibidas. Me estoy saliendo de tema. La cuestión es que ya estaba en el coche de camino al autobús escuchando "California Gurls" de Katy Perry, y a cada segundo que pasaba más cerca estaba del campamento. Ya me había rendido. Tenía las maletas hechas y el saco de dormir guardado en el maletero junto con el resto de cosas. Querido Dios, si es verdad que existes, haz que mi madre se arrepienta en estos pocos minutos que me quedan para llegar y me lleve de vuelta a casa. Por lo visto Dios no me oyó, no sé si fue porque no grité demasiado o porque estaba ocupado. Ya llegué al lugar donde estaba el autobús, ya si que estaba desesperada, cogí mi mp4 y enseguida me subía a él, con la canción de "Heartless" de The Fray en mis cascos cantándome solo a mí. Dejé que mi padre cargara con las maletas y las pusiera en el autobús. 
En cuanto pasé a través del pasillo del autobús noté como las miradas se clavaban en mí. Seguramente por mi normalidad absoluta y por mi chapa con la cara de Kristen Stewart. Lo más probable era lo segundo. Seguí caminando hasta el final del autobús, donde estaban los típicos canis del campamento que solo venían para ligar ¡sorpresa! Aquí la mayoría son unos enanos. Otra razón más para odiar los campamentos. Yo, con mis 16, sería algo así como la más adulta de aquel autobús, claro, si contamos los años mentales de los canis, en caso de los años que llevan viviendo serían mayores que yo, pero por unos meses. Me senté en la penúltima fila, con el riesgo de que a los canis les diera por molestarme. Podía ver a través del cristal a mis padres cogidos de una mano y despidiéndose de mi con la otra. En esos momentos estaba llena de enfado, aunque me despedí yo también de ellos, porque lo más seguro es que luego me arrepintiera de no haberlo hecho. Vi como el autocar comenzaba a moverse y mi madre dejaba caer unas pocas lágrimas. "Yo no te pedí que me dejaras ir, lo decidiste tú, así que no llores ahora" intenté transmitir a mi madre mentalmente. No funcionó, ella siguió llorando. Uno de los canis me tiró una bolita de papel, yo también empecé a llorar, no por mi madre, sino porque pasaría con esos quince suicidas días.

~*~
Esta es una novela que escribí hace poco, y que espero que les guste. Por favor, comenten, si no no la continuaré.

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