5 de septiembre de 2011

La segunda estrella a la derecha.

Estaba siendo una noche de intenso calor, así que decidí dejar la ventana abierta de par en par para que pudiera pasar el aire. Volví a mi cama y me puse de los cascos mientras dejaba que la música me inundara en los sueños.


Desperté, sudada por el terrible calor que estaba pasando. Miré la butaca que se encontraba en una de las esquinas de mi habitación. Había una silueta, parecía la de un niño, con un gorro algo singular. Encendí la luz asustada, y solté un grito corto y agudo del asombro. En ese momento, el muchacho salió volando (literalmente, volando) hacía mi y me tapó la boca. 
     —No querrás despertar a tus padres —susurró.
Después me soltó la mano y se volvió a sentar en la butaca. 
     —¿Quién eres? ¡Voy a llamar a la policía! —le amenacé a la vez que salía corriendo hacía la puerta.
Puse la mano en el pomo, y justo un instante después el me agarró de la cintura y me volvió a sentar a regañadientes en mi cama.
    —¿Me vas a dejar que me explique?
Asentí, debía darle información a la policía para denunciarlo. El se puso de pie y puso los brazos en jarras.
    —¡Soy Peter Pan! —dijo con un tono de orgullo.
    —Eso es solo un cuento.
    —¡Te quieres callar! Solo te voy a decir un par de cosas, luego me marcharé y tú te acordarás de esto como un sueño.
    —Continúa.
¿Qué podía perder? A lo mejor era solo un sueño. Me pellizqué, no, no lo era.
    —¿Sabes? Estás increíblemente mayor, te había confundido con tu hermana mayor, pero por lo que he visto, se ha ido de casa.
   —¿Como...?—le interrumpí.
El puso los ojos en blanco, y yo me disculpé.
   —Yo solo he venido ha decirte que te olvidaste de mí. Hace dos años, en tu cumpleaños, me prometiste que a pesar de ser mayor, seguirías dejando tu ventana abierta. Yo vine cada día desde entonces, y siempre estaba cerrada. A veces venía y me escondía en uno de los lados de la ventana para ver como ibas creciendo. Vi como tus paredes rosas se pintaron de rojo y gris, y como tus peluches fueron sustituidos por polvos rosas y lapices de ojos. Te llenaste la cara de cremas, a pesar de ser hermosa sin nada puesto. Vi todas y cada una de las fotos de tus amigas, y los novios que iban pasando. También observé como llorabas por ellos continuamente. Ya eras una adulta. Entonces, uno de los días en los que venía a visitarte, dejaste una ventana abierta. Yo entré, y te ví dormir, escuchando esos ruidos que llamas música. Esperé sentado en esa silla—señaló la butaca —. Y cuando por fin te despertaste, no te acordabas de mí. ¿Cómo crees que me siento ahora?


Una oleada de imágenes pasaron por delante de mis ojos. El y yo, de pequeña. Jugando a piratas, colgando de un árbol...
    —Peter, todo ha cambiado, he crecido. Ahora no pienso en eso—me acerqué hacía él poco a poco—Soy una adolescente, y pienso en otras cosas— Le cogí de la nuca y apoyé mi frente sobre la suya. Notando su respiración sobre mí, y sintiendo cada latido del corazón. Se rozaron nuestras narices, y en ese mismo momento, me cogió de la mano y me llevó volando hacía allá. El país de Nunca Jamás. La segunda estrella a la derecha.

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