12 de mayo de 2018

Dime qué es peor, olvidar o ser el olvidado.

No se oía nada más que su respiración agitada y las agujas del reloj. Le miró y sonrió una vez, por los viejos tiempos. También lloró, por los buenos recuerdos que jamás volverían. El tacto de su mano, el olor de su piel después de una ducha. Se querían tanto que a veces llegaba a doler. Jugó con los dedos de sus manos y siguió recordando. Una noche cogieron el coche y huyeron de las luces de la ciudad. Buscaron las estrellas hasta dar con la oscuridad total y allí se quedaron. Quizás haya muchas formas de sentir amor, cada uno lo encuentra como puede. Ella en aquel momento sintió eso y más, sintió una sacudida de aire fresco de los pies a la cabeza, el frío ausente en sus abrazos, en sus besos. El universo entero frente a ellos. 

Siempre que se ve sola quiere volver. Y una fuerza ajena a ella le oprime el corazón hasta dejarla sin respiración, un peso cae sobre sus hombros. Ni el sol lo derrite, ni el viento se lo lleva. Se queda ahí un ratito y le hace creer que es así cómo debe sentirse la pérdida. Compraría flores, pero no servirían de mucho, todo se acaba marchitando, todos acabamos por irnos para siempre en algún momento. Ella intentará recordarlo mientras pueda, mientras esas estrellas la observen desde arriba. 

Él acaricia su pelo canoso, ella reprime todos esos océanos en su interior y se despide con dolor un domingo más. 

Puede que mañana él la olvide y sus lagunas acaben ahogándolos.



merci, merci, merci

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