10 de octubre de 2016

Pábitel.

No sé a qué llamas vida, tú. Que te levantas y te quejas, ya sean las 6 de la mañana o las 2 de la tarde. Que desayunas y te quejas, ya queme la leche o te enfríe el esófago. 

No sé a que llamas vida cuando vives con el cejo fruncido, con los labios arrugados. Estás amargado y ya no sabes a qué llamas vida. Encorvado vas a clase y estudias, o bostezando te sientas frente a un ordenador y empiezas a teclear. No recuerdas todos los órganos que te componen y lo duro que trabajan por mantenerte vivo. No sabes que el culo no solo es para sentarse, sino que hay que moverlo. Muévete, haz algo más que quejarte. Que te hablan y te quejas, ya te digan algo bueno o malo. Abre los ojos, que puedes ver pero no sabes mirar. No estás ciego, pero te quejas de la luz, te quejas de la oscuridad. Tienes algo que comer, pero te quejas de que no sea lo que te esperabas. 

No sé a qué llamas vida cuando más bien pareces un cadáver. Pálido, ojeroso y con los labios morados porque no sabes tomar el sol. Cuando parece que te duele cada respiración y todo son suspiros. Despierta que tienes todo un mundo esperando a que lo descubras. Despierta que ya va siendo hora de que disfrutes de algún amanecer. Y los anocheceres tienen cierto encanto si sabes con quién pasarlos.

No sé a que llamas vida si no vives.


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