15 de octubre de 2011

{#} Sueños


El patio estaba lleno de gente, alumnos del internado y los padres de los nuevos alumnos junto con sus hijos, entre ellos estaba yo. Todos poseían algo especial, un poder que los diferenciaba del resto del planeta y para mi sorpresa eran tantos que parecía una reunión de fans de Star Wars. La mayoría estaban abrazados a sus padres, llorando y pidiendo que los llevaran de nuevo a sus casas. Para ser sinceros, nadie quería estar allí, un internado siempre ha sido sinónimo de residencia del mal, y si encima se trataba un internado que trataba de dejarte allí el resto de tu vida por haber nacido diferente, te entraban ganas de llorar. Mi hermana pequeña agarró con más fuerza posible la mano con la que me cogía. Casi se me había olvidado que estaba ahí. Mi hermana tenía un poder especial, era mucho mejor que el mío y con diferencia. Ella era capaz de transformarse en lo que quisiera, desde un plátano a un mono. Este poder le habría ayudado a escapar cuando los del internado vinieron a buscarnos, si no hubiera estado abrazada a mí todo el tiempo. Yo era como una madre para ella, ya que la nuestra nos abandonó a nuestra suerte en un callejón de un barrio con la mayor concentración de robos, y si no llegara a ser por mí, que entonces tenía unos cinco años y la experiencia suficiente en el mundo como para coger a mi hermana en brazos y llevarla a un orfanato, ahora estaríamos muertas. Pero en este momento de mi existencia, prefería estar muerta, y no aquí, temiendo por el resto de ella. Los padres fueron empujados por los mismos trabajadores que nos trajeron aquí, y los llantos aumentaron. Millones de "papá", "mami" y "no te vayas" se gritaban por todo el patio. Mi corazón se estremeció y abracé a mi hermana con un brazo, esperando que no me la quitaran de los brazos. Nos empujaron a todos los niños hacia el interior del edificio, y sentí como alguien tiraba de mi hermana y la tiraba al suelo. Los empujones de los trabajadores eran tan fuertes que ni pude pararme a ayudar a mi hermana entre la multitud, perdiéndola de entre mis manos, deseando la muerte y llorando de una manera nunca experimentada por ningún ser. Grité de pura agonía, mientras el gentío me elevaba del suelo por la presión y me alejaba de la única razón de seguir viva. ¿Dónde estaba? ¿Dónde se quedó mi gran única?

Este sueño (más bien pesadilla) me hizo sufrí más que nada, fue hace mucho tiempo, y solo me acuerdo de pequeñas cosas. Sólo digo, que al despertarme, tenía la cara llena de lágrimas y los ojos rojos.

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