2 de marzo de 2016

Everybody hurts this way.

Pesa tanto que anda encorvada, mirando hacia abajo y perdiendo la vista entre pensamientos. Le duelen las rodillas porque están cansadas de caminar, de ir continuamente hacia delante. Sin rumbo. Empuja, porque se cae de sus hombros. Lucha por controlarlo y que no salga de ahí. Lo mantiene entre paredes similares al mármol, pero tan frágiles como el cuarzo. Se dan de sí hasta que es irreversible. Y no volverán a ser las mismas, por mucho que lo nieguen.

Se ha negado tanto tiempo, lo ha escondido tantas veces, que ahora nota como sus murallas se quiebran una vez más. Pero sigue caminando, sigue sujetándolo con todas sus fuerzas. Ya solo se preocupa por eso, que no caiga, que no escape de su cárcel. Aunque sea ella quién acabe por los suelos, no dejará que aterrice sobre el asfalto. Nunca la abandona, y siempre está ahí. Cada vez que gira una esquina, la encuentra, y la busca. No se da cuenta de que ya no está, al menos, por aquí.

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