29 de julio de 2015

A ti que me estás leyendo.

A lo mejor es porque es temprano y me siento un poco más optimista de lo normal. O a lo mejor sé por lo que estás pasando y no quiero que te enfrentes a algo así por tu cuenta. Tienes todo lo que necesitas para ser feliz, aun así te empeñas en hundirte y cavar tus propios hoyos, pero es que siempre ha sido más fácil bajar las cuestas que subirlas. Quieres gritar, mandarlo todo a la mierda, dejarte los nudillos en el gotelé de las paredes, destrozar los centímetros entre tú y las sábanas, humedecer el colchón y secarte la garganta a gritos.

Hay salida, siempre la hay, y en algún momento la encontrarás. Yo estoy aquí para ti, para recordarte que nadie es perfecto y que todos acabamos cosiéndonos las heridas, que yo también tengo las rodillas rasgadas y muñecas torcidas. Y que todavía tengo un par de huesos intactos, otros cuantos en rehabilitación. Tenemos todos el mismo derecho a sentirnos atrapados, no reprimas esa angustia porque eso no es lo que te estoy tratando de decir. Hagas lo que hagas asegúrate de que no te has dejado ni una sola lágrima sin caer, ni un solo sollozo entre tus paletos, todos somos humanos, todos nos hemos ahogado en nuestra propia saliva.

Así que espera a que venga la tormenta, y que todas esas nubes se materialicen en césped mojado y el olor a lluvia, en respuestas a todas tus preguntas. Alguien te escucha y no estarás solo cuando decidas despertarte. Y ya sé que es lo típico, que todos lo hemos dicho alguna vez pero, puede que esta no sea tu semana, sé que será tu año.

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