6 de abril de 2015

Alegoría de la caverna.

      Platón tenía razón. Las cadenas irritan mis muñecas, mi cuello está entumecido porque siempre estoy mirando hacía la misma pared. Y voces en mi cabeza me gritan que me de la vuelta, que despierte. Pero soy demasiado cabezota, sigo mirando hacia la misma pared. Las sombras se mueven de un lado a otro, luego desaparecen. No sé de dónde vienen, ni por qué están aquí, pero esta es la realidad que me importa. 
     Sólo somos imágenes, lo que queremos que los demás piensen. Hablamos de lo que creemos que es interesante, hacemos fotos con la intención de ganar varios "me gustas". Somos cortinas de humo en un edificio en llamas, ocultamos las ruinas y los azulejos rotos. Construimos figuras de papel, doblando las esquinas. Y formamos estos personajes en una obra de teatro que nadie está mirando. Somos las sombras de la caverna, solo enseñamos una pequeña parte de nosotros mismos por miedo a que nadie le guste la parte más grande. 
      Quizás el problema no está en como nos vean, si no en como nos vemos nosotros mismos. Quizás deberíamos empezar a respetar a esa parte más grande y darle un poco de crédito. Quizás deberíamos dejar de actuar según lo que agrada a los demás y más bien dejarnos llevar por lo que nos hace felices. 
       No veo sentido si no a lo que es vivir. Eres tú el que va a reír cuando algo te ha parecido gracioso, el que llorará cuando estás roto. Eres tú el que recogerá los pedazos después, el que sentirá la euforia cuando el sol sale por la mañana, el que sueña por las noches. 
      Dicen que el hombre de la cueva sí se giró, y que finalmente comprendió porqué las sombras nunca le habían parecido suficiente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario ♥