2 de febrero de 2014

No soy de llorar los domingos.

De esto que no sé a quién quiero engañar. Que me siento una pesada pero de todos modos no soy capaz de dejar de tropezar con la misma piedra. Voy pretendiendo que estoy mejor que nunca, que me alegro de que todo halla acabado así pero a la hora de la verdad la risa me sabe amarga. Y de alguna manera el universo conspira contra mí y parece que todo el planeta gira al rededor del mismo eje, cuando a mi me dijeron que existían las casualidades. Pero si existen, ¿por qué veo el mismo nombre, escucho la misma canción y oigo las mismas palabras todo el tiempo? ¿Por qué me persiguen cuando lo único que intento es correr?
Pensaba que estaba bien hasta que vi que no lo estaba y me comí de golpe toda la mierda que había dejado de lado. Pensaba que esto no me afectaría tanto cuando ya estaba cansada de que me afectase, y resultó que eso daba igual, que el asesino siempre vuelve al lugar del crimen.
Ha pasado un año y sigo igual de mal, igual de jodida. Ahora mi insomnio tiene nuevo nombre pero son las mismas pesadillas las que no me dejan dormir, y te juro que me duelen los ojos de contar arrugas en el colchón. Me lo dijeron, que cuanto más alto fueras más dolía cuando te caías, y yo como una imbécil fui detrás de Ícaro y acabamos quemándonos con el sol.

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