25 de marzo de 2013

Gris, negro y lo que eso conlleva.

Hoy no es uno de mis días. Bueno, en realidad esta no está siendo mi mejor semana y todavía me faltan un par de horas más a oscuras para subir definitivamente las persianas. Fuera está lloviendo y en mi interior no tengo paraguas. Me está costando tratar de quererme, porque es un camino lleno de baches y monstruos escondidos detrás de algún arbusto que esperan detenerme y derrumbarme. Me sangran los pies, mis zapatos están desgastados de las miles de veces que he retrocedido por miedo a avanzar y tropezarme con alguna piedra. Estoy cansada de seguir intentándolo, nadie sabe que vivo a oscuras. Todos me preguntarían por qué y no lograrían entenderlo porque hasta a mi me cuesta comprenderlo. Simplemente prefiero estar ciega y no verme para pensar que los demás tampoco me ven, ¿estúpido a que si? Si yo no me veo, tu no me ves. Y ya se que no se dice así, y me da igual, ya dije que nadie lo entendería.
Soy tan enrevesada que hace meses me perdí en mi propio laberinto, si me vieras por dentro solo verías caos. Un corazón dado la vuelta que se niega a latir, nervios que se hacen nudos, unos pulmones ahogados de desesperación y un cerebro que no recuerda como razonar.
Pero no puedes verme en todo mi esplendor caótico, más que nada porque me escondo detrás de algún sitio, con mis propios monstruos, y principalmente porque estoy a oscuras y me niego a subir las persianas.

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