30 de diciembre de 2013

Te atraparé si caes.

A lo lejos se oía el ruido del mar, de gente divirtiéndose en la arena. Pero desde allí, parecía que el agua le había declarado la guerra a las rocas y éste trataba de vencerlo con débiles puñetazos en forma de olas. ¿Era posible que todos esos tonos de azul se concentraran en un mismo sitio? Y sin embargo, parecía todo tan claro y transparente.
Sus pies colgaban desde el acantilado en el que estaban sentados, de vez en cuando alguno empezaba a balancearlos, algo que era inevitable por el vacío que había bajo ellos. Bueno, vacío no, sino más bien mucha agua, tanta que costaba hacerse una idea de cuanta había. Se imaginó a si misma cayendo desde allí, se sorprendió al ver que aquello la alentaba y después se rió sola porque resultaba una gran ironía. Se preguntó si ella sería como el mar visto desde los acantilados, vacía pero con algo tan inmensamente grande que era difícil de imaginarlo. Probablemente todo lo que estaba pensando era una estupidez, pero no pudo evitar sentirse atraída por dejarse caer. 

Se puso de pie y baciló un poco al ver que la distancia aumentaba cuanto más se concentraba en ella, así que dejó de pensar, cogió carrerilla y. 

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