20 de septiembre de 2025

 tengo sueño

mis ojitos morados por abajo, con un toque de escarlata difuminado. pesan, las pestañas me hacen cosquillas en el párpado. 

abiertos, sujetos por si acaso. porque estoy alerta y hay tantas cosas que se me pueden pasar por alto. tengo sueño pero no le hago caso. mi cuerpo encorvado, los hombros ya no están alados. 

porque volar no es una posibilidad, porque tengo los pies bien arraigados. 

tengo un sueño que he abandonado. porque ya no duermo, y he dejado de visitarlo. 

él me mira con el pelo rizado, el pelo blanco. me mira la nuca, porque le he dado de lado.

siento sus ojos, el peso, en mi cuerpo, en mis alas que se deshacen. mi cuerpo, cada día menos recto, y más cerca del suelo. le echo de menos, cuando todo era más ligero, cuando era mi compañero. 

mi sueño me mira, me espera sin saber cuándo. 

cuándo me giraré y le miraré de vuelta. porque estoy en otro lado, mi energía menguando. mi energía menguando. mi energía menguando. 

pero no por mí, a mí no me miro. 

miro al de al lado. 

miro de frente, el cuello adelantado. acercándome ansiosa a un futuro, un final, que no es el mío. primero los demás, luego yo me abrigo. 

luego lo descuelgo del perchero, luego lo limpio, luego salgo, luego tomaré un descanso, luego sentiré el frío. 

tengo sueño, luego dormiré. 

no sé cuándo te volveré a ver. 

mis ojitos morados tienen mucho aún por hacer. 

 


8 de julio de 2025

Carta para mi tristeza. 

De todas mis amigas, la más fiel, la más sincera. La que mejor me escucha. 

Antes pensaba que era una persona triste, de ojeras genéticas y cejas tensas. 

Luego pensé que no, todo son épocas. 

Finalmente, entendí que sí, la tristeza siempre está ahí, es una idea, una nube que flota sobre mí. A veces me llueve, o cojo una pajita y la bebo a sorbitos. No es temporal, no es un estado, es algo que está ahí, un manantial al que me zambullo, que visito con mi barco, que hidrata mis labios. Los días de regla me inunda más de la cuenta, pero es imposible no visitarla el resto de meses, es imposible no tirar mis redes y cazar. 

Hoy siento una tristeza inmensa, pero el agua no me llega hasta el cuello. Tengo los ojos entrecerrados, alimentando con agua salada la dulzura de mi lago, y ahora es que parece un océano. Siento una tristeza inmensa, de la que saldré nadando, pero con paciencia. No es una tristeza rotunda, no es definitiva, no me ciega. Pero es inmensa, fría y levanta la niebla. Miro a todos lados, no sé a dónde ir. Sigo nadando, estoy bien. Pero tengo que salir de aquí. Mis brazos se cansan, mis dedos se arrugan, el frío que acecha. No sé a dónde ir. 

Camus, quiero ser quien levantaba la piedra y aprendió a ser feliz. Pero no entiendo, por qué hay una piedra, por qué hay que empujarla. Por qué no nos subimos encima, alzamos la vista, dibujamos el horizonte. Por qué la tristeza está siempre ahí, por qué no es un estado, por qué no es cuestión de genética. 

Por qué no se puede escapar, por qué siempre nos persigue, por qué siempre la visitamos. Es como el agua, que alimenta, que nutre y da vida, pero que ahoga, aprieta y enfría. Es como el agua que si quieres floreces, que si no te encharcas. Es como el agua que entra por la boca, que sale por los ojos. 

Es algo que cambia, que se transforma, pero siempre está ahí.