14 de septiembre de 2024

Con los años recuerdo menos pero veo mejor. Aunque las preguntas sigan floreciendo en mí, ya no me impiden el paso, solo van acompañándome por el camino. A veces me paro y las miro. Las arranco, huelo su perfume y me permito perder el tiempo, perder mi salud. Por un par de preguntas. Por ponerme existencialista, cuestionarme a mí, y a todos mis amigos.
 
Pero lo que merece la pena es ver los colores más saturados. El sol que calienta, que roza mi piel, que acaricia y que besa cada poro. Es una luz que ciega, que miro con los ojos entre cerrados. El azul del cielo es azul azul, y me quedo en cada nube, preguntándome cómo siendo tan esponjosas y aparentemente ligeras, pueden llegar a pesar lo que pesan en realidad. 

Como el peso que llevo conmigo. Aparentemente ligero, paseo tan tranquila, mi espalda erguida, las escápulas contraídas. No pesa tanto, aunque si me parase a pensarlo, podría agotarme solo pensarlo. Como una nube que llevo a mis espaldas, a veces me eleva, me da oxígeno. Otras me derrota, me rindo. 

Pero con los años voy viendo mejor. Y sintiendo más. Hay nubes, pero no hay niebla. 

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