«Quería que hiciésemos esto juntos»
Sentados en mi cama, dejando escapar pequeñas arrugas entre
las sábanas. Solo tú y yo, rodeados de recuerdos colgados por mis paredes,
algunos de ellos llevando tu esencia. Mientras probablemente vuelas a otro
mundo muy lejos de mí yo me pregunto cómo es posible encontrar una combinación
más perfecta que la de nuestras presencias el día que nos conocimos. Otros
habrían usado lo que tú supiste aprovechar. Te miro, y deseo que mis pupilas
sean capaces brillar, de iluminarte y que algo en tu interior se encienda.
«Se supone que nos tenemos que hacer estas preguntas el uno
al otro...»
¿Podría haber unos ojos más tiernos que los tuyos? ¿Por qué
tus manos me parecen incompletas? No soy capaz de decirlo en alto, y lo
mantengo entre mis labios, esperando a que te acerques y me dejes manifestarlo.
Lees una de las preguntas y esperas a que yo responda, no sé cuáles son tus
intenciones, qué es lo que buscas, pero que te intereses de esa manera por mí
despierta mil aleteos que llevaban mucho tiempo dormidos.
«¿Cuál es tu recuerdo más doloroso?»
Y sin quererlo he acabado llorando, en frente de ti, que
hasta ahora solo me habías conocido con una sonrisa. Permaneces quieto porque
probablemente no sepas muy bien a qué viene todo eso, o quizás porque como yo,
no te esperabas que se me humedecieran las pestañas. Me avergüenzo porque me
siento desnuda, vulnerable. Me alegro porque a tu lado me siento más cómoda,
arropada del resto del mundo. Y tú me cuentas cosas que no me espero, que no
van a juego contigo ni con esta situación. Aprendo detalles que muchas habrán
pasado por alto. Me quedo enganchada en los puntos más afilados de tus
palabras, y caigo por la suavidad de tu mirada.
No sé qué pretendías que pasara aquella mañana, pero
funcionó.
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