Y es hallado sin aviso alguno. Entra por su boca y oprime sus pulmones, bloquea la tráquea y roba las palabras. Deslizándose por su intestino delgado registra cada pequeño rincón, tantea qué es mejor, qué puede doler más. Oye algo, más arriba. Golpes, quizá un prisionero tratando de salir de su cárcel. Viaja por sus venas, tiñéndolas de negro, manchando cada glóbulo rojo de putrefacción. Moviéndose rápido, ansioso, su presa está cerca.
Llega y todo se detiene. Desgarrador, visceral, aprieta ahí donde más duele, donde nadie había entrado nunca. Roba lo que se había mantenido bajo llave, tira todas las puertas abajo. ¿Cómo? ¿Qué es capaz de hacer semejante destrucción? ¿Qué ha descosido sus roturas?
Él mismo.
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