Te acercas y mi corazón explota, porque sé que en este momento piensas en mí, para bien o para mal. Sigo viendo algo en tu pupila que no he conseguido ver en nadie más, y sé que pasaré noches en vela tratando de borrarla de mi mente si no me dices nada. Contesta. Haz algo más que pestañear. Haz algo más que acercar tu mano a la mía y cogerla, no pienses que basta con dibujar círculos en ella. Hazlo ya, porque si no me iré, y por mucho que me cueste, no volveré. Por favor, quiero saber si todo esto merece la pena.
Me rodeas con el otro brazo y me aprietas contra tu pecho. De repente mi hombro está húmedo y el tuyo lleno de lágrimas. ¿Quién diría que alguna vez fuimos tan distintos? Sé que quizás no tendríamos que haber llegado hasta aquí, lo siento. Sé que no dirás nada, y que el silencio me hará sentirme más pequeña todavía. De todos modos, ya nada de lo que digas va a servir, porque noto como tu corazón trata de cazar mis latidos y es lo único que me importa.