27 de diciembre de 2013

Quizás estamos destinados a permanecer así.

El tocadiscos eligió de manera aleatoria cualquier canción e hizo de ella algo nuestro. Pequeños pasos de un lado hacia el otro, balanceándonos al suave ritmo del piano mientras el resto de personas allí presentes desaparecían poco a poco. Me gusta decir que nos quedamos solos, porque en realidad es como nos sentimos cuando estamos juntos y el mundo que nos rodea se queda atrás. Uno de mis brazos descansaba sobre tu hombro mientras mi otra mano acariciaba tu nuca, mi cabeza reposaba sobre el hueco de tu cuello. Juro que deseé que nos quedáramos congelados para siempre en aquel instante, dando vueltas en un salón olvidado, escuchando la misma canción y desgastar el suelo con nuestros movimientos. Deseé cerrar los ojos, pero sabía que si lo hacía no podría recordar más tarde tu mirada. Tu mano acercándome más desde mi cintura, parecía que estábamos destinados a encajar de aquella manera. Entonces cerré los ojos a pesar de prometerme no hacerlo, y cuando los abrí lo único que pude ver fue el techo de mi habitación, la oscuridad de la noche y recuerdos emborronados por mis lágrimas.

2 comentarios:

  1. Hay momentos que deberían ser eternos por ley.
    Me encantó la entrada:)

    ResponderEliminar
  2. Si, es una pena que no podamos congelarlos o guardarlos y poder vivirlos otra vez.
    Muchas gracias :D

    ResponderEliminar

Gracias por tu comentario ♥